miércoles, 1 de agosto de 2012

NAVARRA II: Quinto Real

     En el noroeste de Navarra se encuentra el bosque de Quinto Real o Kintoa, abarcando parte de los valles pirenaicos de Baztán, Erro, Esteríbar y Alduides.
     Recordaba haber estado por allí, de paso, hace algunos años, así que durante la semana que pasamos en Pamplona en Junio, decidimos acercarnos a conocerlo.

Hayedo
     Resulta impresionante pasar de los 30 ºC de Pamplona, con un sol de justicia, a los 10 º C y llovizna que nos encontramos allí.
     A pesar de lo a gusto que nos sentimos los del secano de Castilla en estos bosques atlánticos, la tarde no se presentaba demasiado propicia para pasear con un bebé. Por tanto, nos limitamos a hacer algunas paradas en la carretera, en la zona más cercana a Francia y a sacar algunas fotos.

Rio Arga
     Así pues, Quinto Real se me resistía nuevamente y me iba a quedar con las ganas de poder pasear tranquilamente y de pajarear por la zona. No es que esperase encontrarme con el picamaderos negro o el pico dorsiblanco así a la primera, pero sí que me decepcionó la escasez de aves que se veían u oían en las paradas que hicimos. La única nota destacable fue el paso de un grupo de gaviotas patiamarillas (Larus michahellis), que seguramente procedían del Embalse de Eugi, con dirección norte. En lugar de aves forestales, marinas...

Viejo castaño trasmocho

     Justo en la cola del Embalse de Eugi hicimos otra parada, en una zona más baja donde el hayedo da paso al robledal. Allí, enormes y viejos castaños trasmochos flanqueaban el camino, viendo cómo los huecos dejados por los ejemplares que van muriendo son cubiertos por nuevos arbolillos.
     El camino por el que paseábamos dejaba ver, entre los árboles, las azules aguas del embalse e invitaba a seguirlo indefinidamente. Sin embargo, la lluvia nos devolvió una vez más al coche y a la impactante imagen de la cantera que queda en frente del lugar donde lo habíamos dejado aparcado.

Cantera al norte del Embalse de Eugi
     La imagen de la impresionante cantera nos despidió de Quinto Real, dejándonos un sabor de boca agridulce. Es la misma sensación que tengo siempre que viajo por Navarra, la contradicción entre sus increíbles paisajes y los brutales impactos que genera la actividad humana en sus actividades extractivas. Supongo que nuestra sociedad tan "avanzada" no puede vivir sin los materiales que se producen en estas canteras y que no nos queda otra que sufrirlas, pero ¿realmente no se pueden hacer las cosas de otra manera?